La Edad de Bronce de la historia del comic-book, es el periodo comprendido aproximadamente entre principios de los años 70 y 1987. Si la Edad de Oro representó los orígenes del formato y la primera gran era de grandeza; y la Edad de Plata su resurgimiento a mediados de los 50 y la época de mayor creatividad (tanto a nivel artístico como en planteamientos) de toda la historia, la Edad de Bronce viene a representar una curiosa mezcla entre continuidad y evolución de todo lo anterior.
Muchos de los grandes artistas que habían forjado la Silver Age, siguieron en el candelero durante toda la Bronze Age, pero a ellos se les unieron nuevas generaciones de escritores y artistas que tenían algo muy especial, algo de lo que carecían sus predecesores; ellos habían crecido leyendo esos cómics, muchos eran fans que habían logrado hacer realidad sus sueños y se habían convertido en profesionales que escribían y dibujaban a todos esos personajes que tanto amaban y que tanto les habían influido durante su infancia y adolescencia. Y ese amor, indudablemente, se palpó en sus obras. La gran diferencia entre los artistas de la dos eras anteriores y los de la Bronze Age, es que los primeros eran grandes profesionales que crearon (o ayudaron a crear) el medio o bien trabajaron en él como puros profesionales, sin ser siempre conscientes de hasta donde llegaría la trascendencia de sus obras, mientras que los segundos crecieron admirando a sus predecesores y disfrutando de su obra, con lo que se convirtieron en la primera gran generación de fans convertidos en autores de cómic.
Para no variar y al igual que sucede con las dos eras anteriores, existen discrepancias sobre cual es el momento exacto en que da inicio la Bronze Age, siendo algunas de las teorías más comunes, las que dicen que el momento preciso fue la aparición del nº 1 de Conan the Barbarian (Marvel Comics, 1970), por Roy Thomas y Barry Windsor-Smith; el primer gran cómic que adaptaba al medio a un personaje popular de las novelas pulp que tanto triunfaron en los USA durante la primera mitad del Siglo XX. O la aparición del Green Lantern & Green Arrow nº 76 (DC Comics, 1970), por Denny O'Neil y Neal Adams, con el que dio inicio una celebrada etapa que involucró por primera vez al comic-book en problemáticas sociales tan presentes en la sociedad americana de principios de los 70 como las drogas, la corrupción o el racismo. O la publicación de los Amazing Spiderman nº 121 y 122 (Marvel Comics, 1973), por Gerry Conway y Gil Kane, con la trágica muerte de Gwen Stacy a manos del Duende Verde. Incluso hay quién cita como punto de inflexión entre Silver y Bronze Age, la marcha de Jack Kirby de Marvel (también en 1970), con la cual se ponía punto final a la mayor era creativa que se ha visto jamás a lo largo de toda la historia del cómic.
Aunque hay otra opción que quizás en ciertos aspectos es la más lógica e influyente; me refiero a la aparición en los quioscos de los Amazing Spiderman nº 96 a 98 (Marvel Comics, 1971), por Stan Lee y Gil Kane; donde por primera vez desde la instauración del Comics Code a mediados de la década de los 50, una gran compañía decidía prescindir de poner el sellito de dicho código de censura en sus portadas para poder publicar la historia que habían planteado y que de haber pasado por el Code, les hubiera sido automáticamente prohibida su publicación, ya que tocaba de lleno el tema de las drogas. Lo cierto es que lo tocaba de forma constructiva, quedando bien claro que las drogas eran algo totalmente negativo y dañino para la salud, pero es que el Comics Code tenía unas normas tan estrictas y absurdas que prohibían cualquier mención de las drogas, ni que fuera para decir lo malas que eran, igual que prohibía palabras como terror, horror o raro en las portadas de los cómics... pues bien, dichos cómics se publicaron saltándose el Comics Code y además tuvieron una gran aceptación y el beneplácito de muchas instituciones que alabaron su mensaje y provocaron que (por fin) se revisara el Comics Code y, al menos, se suavizaran algunas normas y censuras (poco tiempo después de la publicación de esos tres cómics de Spiderman, en Green Lantern & Green Arrow también se tocó de lleno el tema de las drogas).
Tal revisión provocó que tras muchos años, el mercado del comic-book volviera a verse inundado por títulos de terror y de suspense, aunque no tan violentos y explícitos como los legendarios cómics de la EC de principios de los 50 (esto quedaba para los comic-magazines en blanco y negro de Warren Publishing, pero eso es otra historia); con lo que en los quioscos comenzaron a proliferar títulos de horror, especialmente por parte de tres compañías, DC, Marvel y Charlton. Tal vez DC Comics fue la que aportó los mejores comic-books de terror, con títulos como House of Mystery y House of Secrets, compuestos por historias cortas dibujadas por artistas de la talla de Neal Adams, Bernie Wrightson, Alex Toth o Joe Orlando, entre otros; aparte de la aparición en 1972 del título Swamp Thing (por Len Wein y Bernie Wrightson). Marvel, por su parte y a pesar de que también contó con algunos títulos de relatos cortos de terror (como Chamber of Chills o Tower of Shadows), donde se publicaron historias dibujadas por artistas del nivel del propio Neal Adams o John Buscema, decidió ir por otros derroteros e integrar el horror dentro de su universo particular, creando a varios personajes a caballo entre el género de terror y el super-heróico; así vieron la luz un montón de personajes tales como Ghost Rider, Man-Thing, Morbius the Living Vampire, Blade o Hellstorm Son of Satan; puros hijos de los 70.
Aparte de todos estos personajes con claras influencias del género de terror, pero integrados dentro del universo Marvel (con lo que cualquier día se podían cruzar con Spiderman o con cualquier otro personaje de la casa), la compañía también apostó por los comic-magazines en blanco y negro (al estilo Warren), creando títulos tan recordados como Monsters Unleashed!, Vampire Tales, Dracula Lives! o Tales of the Zombie (pero como hemos dicho antes, lo de los magazines es otra historia). Pero si hay un cómic de terror de Marvel al que hay que prestar atención especial, ese es, sin ninguna duda The Tomb of Dracula (1972), título que llegó a durar 70 números y que fue realizado en su práctica totalidad por Marv Wolfman y Gene Colan. The Tomb of Dracula mostró al vampiro más famoso de la historia de forma un tanto ambigua, como nunca había sido tratado antes y gracias, especialmente, al arte de Gene Colan, significó un antes y un después en la historia de los cómics de terror.
Los años 70 se caracterizaron por la expansión en todos los sentidos; así, paralelamente a la publicación de todos estos títulos de terror, comenzaron a proliferar cómics inspirados en la Blaxploitation y en las películas de artes marciales que tanto triunfaron en los años 70; y de nuevo, Marvel fue predecesora en todo ello, publicando el primer título con un personaje afroamericano como protagonista, Luke Cage Hero for Hire (creado por Archie Goodwin y John Romita Sr. en 1972) y posteriormente creando a Shang-Chi Master of Kung-Fu (1973, por Steve Englehart y Jim Starlin).
Aparte de esta expansión mencionada antes, en forma de apertura y evolución hacia personajes de otras razas y culturas y hacia comics de otras temáticas más de moda en los 70; y de la enorme influencia que tuvieron en todo ello Spiderman y Green Lantern & Green Arrow, habria que destacar también un puñado de obras que marcaron profundamente la Bronze Age y el futuro del comic-book. Comenzando por el Batman de Denny O'Neil y Neal Adams, que tras varios años de intentos frustrados de actualizar al personaje y devolverlo a sus raices oscuras y "serias" (la serie de TV de Batman de los años 60 causó estragos), consiguió devolver al hombre murciélago a la grandeza y nos brindó la que aun a día de hoy es considerada por muchos como la versión definitiva del personaje.
El Conan the Barbarian del guionista Roy Thomas, con dibujos de Barry Windsor-Smith primero y de John Buscema después; que consiguió llevar a este "viejo" personaje de las novelas pulp al auténtico estrellato en el mundo del cómic. Tras Conan the Barbarian, llegó el magazine en blanco y negro The Savage Sword of Conan (con auténticas obras maestras del género ilustradas por John Buscema) y un montón de títulos más, basados en personajes del creador de Conan, Robert E Howard. Bajo la tremenda influencia de Conan el Bárbaro, la fantasía heroica impregnó el mundo del cómic durante toda la Bronze Age.La odisea del Cuarto Mundo de Jack Kirby, que tras salir indignado de Marvel, firmó por DC con carta blanca para realizar lo que él quisiera; y eso no fue otra cosa que dar rienda suelta a su enorme capacidad creativa, en forma de una historia tan grande, cósmica y con ramificaciones en cuatro títulos diferentes (New Gods, The Forever People, Mister Miracle y Superman's Pal Jimmy Olsen), que los aficionados de la época no consiguieron entender, con lo que no tuvo el éxito esperado. En aquella época, los aficionados aun no estaban acostumbrados a los grandes crossovers y a historias tan vastas que requerían la lectura de varios títulos diferentes. Con el tiempo, se ha convertido en una visionaria obra de culto.
Los Uncanny X-Men del guionista Chris Claremont, que con la participación de varios artistas como Dave Cockrum, Paul Michael Smith o John Romita Jr., llevó a los personajes más marginales de Marvel a ser las auténticas estrellas de la casa ya entrados los años 80. Aunque dentro de la longeva etapa de Chris Claremont al frente de los X-Men, hay que destacar de forma especial toda la época en la cual el dibujante (y co-argumentista) fue el gran John Byrne (1977-1981), que resultó en una de las mayores obras maestras de la historia del comic-book.
Los New Teen Titans de Marv Wolfman y George Pérez, título creado en 1980 y que también ejerció una fuerte influencia en el mundillo, con grandes dosis de aventura y espectacularidad, pero también con gran cantidad de historias y dramas personales de los protagonistas (cual serie de TV de corte costumbrista), en forma de tramas y sub-tramas que convirtieron a los protagonistas en personajes realmente humanos y cercanos al lector.
Y por último; ya hacia el final de la Bronze Age, hay que destacar el Swamp Thing del guionista Alan Moore (1984-1987), auténtica obra maestra del género, que actualizó al personaje creado una década antes por Len Wein y Bernie Wrightson y que entre otras cosas, puso la primera piedra de lo que vendría a ser el final de la Edad de Bronce y el comienzo de la llamada Modern Age.
Durante el transcurso de la Edad de Bronce, la industria del comic-book fue evolucionando y muchos de los artistas que componían esta nueva generación de "fans llegados al medio" que comentamos antes, se convirtieron en estrellas absolutas del mundo del cómic; muchos de ellos dando el paso a artistas completos (guionista y dibujante), algo poco común en el mundo del comic-book hasta aquel momento. Así, autores como John Byrne (en Fantastic Four), Frank Miller (con su Daredevil), Walter Simonson (en The Mighty Thor) o Jim Starlin (con su Captain Marvel) revolucionaron el comic-book con obras "de autor" dentro del mercado mainstream. También hubo otros grandes artistas que marcaron profundamente la Bronze Age sólo en calidad de dibujantes; no hay que olvidar casos tan influyentes como los de John Buscema, George Pérez, Bernie Wrightson o Barry Windsor-Smith, entre otros.
Aunque la mayor parte de la historia de la Bronze Age fue marcada por las dos grandes (Marvel y DC), no hay que olvidar a las demás compañías. En ese sentido, la Edad de Bronce sinificó un importante punto de inflexión, ya que las compañías clásicas que habían dominado en mayor o menor medida durante la Silver Age (Dell, Archie, Charlton, Gold Key) fueron languideciendo progresivamente, a pesar de algunos momentos brillantes a principios de los 70; mientras que entre finales de los 70 y principios de los 80 aparecieron nuevas propuestas editoriales más acordes con los nuevos tiempos; menos dedicadas al cómic de género y más centradas en el cómic de autor.
Compañías como Eclipse Comics, Capital Comics, First Comics, Pacific Comics o Comico, apostaron por satisfacer a los artistas, dándoles mayor poder creativo y la propiedad de sus personajes; así irrumpieron en el mercado una gran variedad de obras "independientes" como Captain Victory and the Galactic Rangers (Jack Kirby, 1981), Nexus (Mike Baron y Steve Rude, 1981), American Flagg! (Howard Chaykin, 1983), Grendel (Matt Wagner, 1983) o Zot! (Scott McCloud, 1984), entre muchas otras, e incluso Marvel creó un sello editorial paralelo (Epic Comics), donde las creaciones pertenecían a sus autores y no a la compañía. En Epic, los lectores pudieron disfrutar de uno de los títulos "independientes" más importantes de la historia, Dreadstar (Jim Starlin, 1982).
Dejando aparte las evoluciones del cómic mainstream, hay que señalar también que el cómic underground no dejó de crecer en popularidad durante los años 70, infuyendo incluso a otros tipos de cómics y a otras formas de cultura y contracultura. Uno de los momentos más importantes de toda la historia del cómic underground fue la aparición en 1976 de American Splendor, título autopublicado por el guionista y creador de la obra, Harvey Pekar y que contó con los dibujos de muchos de los mayores artistas underground del momento; siendo especialmente celebradas las historietas que ilustró Robert Crumb.
Pero a mediados de la década de los 70 sucedió algo diferente; comenzaron a aparecer jóvenes autores de cómic con inquietudes distintas, ajenos a las grandes compañías y al cómic mainstream, pero también algo alejados del cómic más underground, que era extremadamente contracultural y en ocasiones extremadamente provocativo y explícito. Y un buen día de 1977 sucedió lo inevitable, alguien se arriesgó y comenzó a autoeditar su propio cómic, creando lo que terminó siendo conocido como cómic alternativo (también llamado independiente o indie). Ese alguien fue Dave Sim y el cómic pionero Cerebus the Aardvark. En 1982 llegarían los Hernández Bros. (Jaime y Gilbert, con colaboraciones puntuales de su también hermano Mario) y su legendario Love & Rockets, que daría otra vuelta de tuerca más al mundo del comic-book alternativo.
Y con todo esto nos acercamos ya a los momentos finales de la Edad de Bronce, aunque antes de terminar, sería importante señalar también que durante la Bronze Age apareció un nuevo formato destinado a hacer historia; me refiero, por supuesto, a la novela gráfica. Hay quién nombra como la primera novela gráfica de la historia, al Blackmark de Archie Goodwin y Gil Kane (1971), auténtica precursora del término; también hay quien nombra a Bloodstar (1976, Richard Corben) y a Sabre (1978, Don McGregor y Paul Gulacy), pero la opinión más extendida es la que califica a Contract with God (1978, Will Eisner) como la auténtica primera novela gráfica de la historia a todos los efectos; no en vano fue la obra que definió mejor el término y que apostó por contenidos ciertamente diferentes a los habituales del comic-book (las otras tres obras mencionadas no dejaban de abordar la aventura pura y dura y la fantasía heroica).
Ya en mitad de la década de los 80, Frank Miller y Alan Moore hicieron historia con dos obras que cambiarían el cómic para siempre; el primero fue el responsable de Batman: The Dark Knight Returns (1986), visión futurista y apocalíptica de Batman que acabó siendo considerada unánimamente como una de las grandes obras maestras de la historia del medio. Mientras que Alan Moore, con Dave Gibbons al dibujo, nos brindó Watchmen (1986-1987); visión tremendamente real y a la vez cruda y oscura de los super-héroes (y uno de los cómics más influyentes de todos los tiempos), que cambió muchas cosas en el mundo del cómic de finales de los 80 y princios de los 90, provocando la proliferación de títulos de super-héroes mucho más oscuros y violentos. Tras The Dark Knight Returns y Watchmen, el cómic no volvería a ser el mismo; la última gran era de la historia del comic-book, la Edad de Bronce, se daba por concluida y comenzaba la llamada Era Moderna del comic-book.